Cualquier fin de semana prolongado habla de alegría y de tristeza. Alegría, debido al encuentro de amigos y familiares; tristeza, por el elevado número de accidentes que matan, hieren y mutilan a muchas personas ansiosas por disfrutar las cosas buenas de la vida.
Es interesante observar que en el 75% de los accidentes con víctimas fatales el conductor está alcoholizado. Una actitud preventiva puede evitar que un inocente feriado se transforme en un campo de batalla, donde centenares de personas se despiden de la vida.
Al mismo tiempo que vemos, en la práctica de muchas personas, el desprecio por la vida, desde los laboratorios que estudian la longevidad resuena el grito: “vivir más y mejor, y si es posible, no morir”. Aubrey De Grey, especialista en genética de la Universidad de Cambridge, es uno de los mayores defensores de la tesis de que es posible al ser humano vivir más de mil años. Para De Grey, “en algún momento en el futuro, con la medicina cada vez más poderosa, seremos capaces de tratar el envejecimiento con la misma eficiencia con que tratamos muchas enfermedades hoy en día”.
Mientras la ciencia corre en busca de la vacuna para la muerte, la imprudencia, la genética o la falta de prevención continuarán cegando la vida de las personas que amamos, y la nuestra también. ¿Podemos hacer algo para “estirar” un poco más la vida? Claro: cultivar el buen humor, amar al prójimo, preocuparse menos, escoger alimentos saludables, beber agua limpia, no tomar bebidas alcohólicas, no fumar, acostarse más temprano, hacer ejercicios físicos y entregar la vida en las manos de Dios.
De todas formas cuando la muerte llegue para alguien a quien usted ama mucho, recuerde que Dios tiene un magnifico plan para sanar su dolor. Ese plan es mejor que poner un cuerpo muerto en un tubo congelado a 196 grados bajo cero, a la espera del día en que los médicos lo resuciten. El plan divino fue revelado por Jesús, cuando dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí vivirá, aunque muera” (S. Juan 11:25).
Jesucristo resucitó al tercer día después de su muerte en la cruz, y eso tiene importantes implicaciones para nuestra vida. “Con su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros” (1 Corintios 6:14).
La creencia en la resurrección de los muertos es esencial, porque “si las esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales” (1 Corintios 15:19).
Creer en la resurrección nos reconforta. “Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. (...) Y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:13-16).
Vivir un poco más aquí depende mucho de nosotros mismos, según todo lo indica. Pero, ¿Qué nos espera al final de diez, veinte o treinta años que consigamos adicionar a nuestro calendario? ¿La oscuridad de la muerte? El conocido cineasta Woody Allen reaccionó groseramente cuando le dijeron que sus películas lo inmortalizarían: “No quiero ser inmortal por medio de mi obra. Quiero alcanzar la inmortalidad por no morir”.
Sólamente Jesucristo puede ofrecer vida plena, sin límites.
¿Usted también quiere ser inmortal? “Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (S. Juan 11:26. RVR).
Usted solo necesita creer en Él como su Salvador, y aceptarlo como el Señor de su vida y
de su esperanza. Esa actitud garantiza vida eterna cuando Jesús regrese, y la certeza de
que “él les enjugará toda lagrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni
dolor” (Apocalipsis 21:4).
Francisco Lemos.
Otros temas de esta serie de interés:
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Esperanza ante los traumas. Click aquí.
La Mayor Esperanza. Click aquí.
de su esperanza. Esa actitud garantiza vida eterna cuando Jesús regrese, y la certeza de
que “él les enjugará toda lagrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni
dolor” (Apocalipsis 21:4).
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